Discurso de la servidumbre voluntaria o el Contra uno.

Étienne de La Boétie

No es explicable cómo el pueblo, desde el momento en que es sometido, cae rápidamente en una especie tan profunda de olvido de la independencia, que no es posible que se despierte para volverla a recuperar, sirviendo tan franca y voluntariamente que se diría, al verle, que no ha perdido su libertad sino su esclavitud. Es verdad que al principio se le sirve [al tirano], coaccionado y vencido por la fuerza; pero los que vienen después, no habiendo conocido nunca la libertad y no conociendo más que esta situación, sirven sin pena y hacen voluntariamente lo que sus predecesores habían hecho por coacción. Esto es, los hombres nacen bajo el yugo, y después, nutridos y educados en la servidumbre, sin mirar más allá, se contentan con vivir como han nacido, y no piensan jamás en tener otro derecho ni otro bien que éste que han encontrado, y consideran como natural la situación de su nacimiento. Y, no obstante, no hay heredero tan pródigo y descuidado que alguna vez no examine sus libros para saber si goza de todos los derechos de sucesión, o si se los han usurpado a él o a su antecesor. Pero, ciertamente, la costumbre, que tiene un gran poder sobre nosotros en todos los asuntos, no tiene en ningún otro tan grande influjo como en el de enseñarnos a servir y (como se dice de Mitrídates, el cual se acostubró a beber el veneno) hacernos aprender a tragar y no encontrar amargo el veneno de la servidumbre.

No se puede negar que la naturaleza no tenga en nosotros poder para llevarnos donde ella quiera y crearnos buenos o malos; pero hay que confesar que tiene sobre nosotros menos poder que la costumbre; porque el carácter natural, por bueno que sea, se pierde si no es conservado con cuidado, y la educación nos hace siempre a su gusto a pesar de la naturaleza. Las semillas de bien que la naturaleza pone en nosotros son tan pequeñas y delicadas que no aguantan el menor choque de una nutrición contraria; no se conservan muy fácilmente, pues se degeneran, se disuelven y se reducen a la nada; ni más ni menos que los frutales, los cuales, teniendo todos alguna cualidad especial, que conservan bien si se les deja crecer, no obstante la pierden al punto de dar frutos extraños a los suyos si se les injerta. [...]

Si hay algún país -como dice Homero de los cimerios- donde el sol se muestra de otro modo que a nosotros, y después de lucir seis meses de claridad continua, los deja durmientes en la oscuridad sin venir a verles de nuevo en otro medio año, los que nacieran durante esta larga noche, si no habían oído hablar de la claridad, no se sorprendería nadie si, no habiendo visto nunca el día y acostumbrados a las tinieblas en que habían nacido, no desearan la luz. No agrada nunca lo que no se ha tenido jamás, y el arrepentimiento no viene nunca sino después del placer; y siempre es tras el conocimiento del bien cuando se produce la nostalgia del goce pasado. La naturaleza del hombre es ser libre y querer serlo, pero también su carácter es tal que , naturalmente, tiene la doblez que la educación le da.

Decimos por tanto: si al hombre le son naturales todas las cosas de que se nutre y a las que se acostumbra, sin embargo, solamente es a lo sencillo a lo que su naturaleza simple y no alterada le llama. Por tanto, causa primera de la servidumbre voluntaria es la costumbre: igual que los más bravos courtaults, que al principio muerden el freno y, después de domados y donde poco antes coceaban contra la silla, son luego conducidos por las riendas, y muy ufanos hacen vana ostentación de su fuerza bajo la armadura que les cubre. Se dicen [los siervos] que han estado siempre sujetos, que sus padres han vivido así; piensan que ellos les impidieron que sufieran la muerte, y se lo hacen creer a sí mismo con ejemplos; y fundamentan sobre la tradición la posesión de aquellos que les tiranizan; pero, en verdad, los años no dan derecho a hacer mal, y más bien aumentan el agravio. Siempre quedan algunos mejor nacidos que los otros que sienten el peso del yugo y no pueden abstenerse de sacudirlo; no se acostumbran jamás a la sujeción, y jamás saben desprenderse de sus naturales privilegios ni dejan de acordarse de su predecesores, ni de su primer ser, lo mismo que Ulises, el cual por mar y por tierra buscaba ver el humo de su casa. Estos son, desde luego, los que, teniendo el entendimiento claro y el espíritu clarividente, no se contentan como el pueblo bajo en mirar lo que está delante de sus pies, ni miran atrás ni adelante, ni consideran, pues, las cosas pasadas para juzgar las del porvenir, ni para medir las presentes; son los que, teniendo su cabeza bien amueblada y habiéndola pulido por el estudio y el saber, aun cuando la libertad estuviera enteramente perdida y totalmente fuera del mundo, ellos, imaginándola y sintiéndola en su espíritu y saboreándola aún, consideran que la servidumbre no es nunca digna de su aprecio, por bien que se la adorne. [...]

Mas, para volver de nuevo a mi propósito, el cual había casi perdido, la primera razón por la que los hombres sirven voluntariamente es porque nacen siervos y son educados como tales.

Étienne de La Boétie.


De gran fuerza sugestiva es el siguiente vídeo, donde un joven investigador precario de la Universidad de Milán sostiene una lección sobre el Discurso de la servidumbre voluntaria de La Boétie. ¡¡En el metro!!.

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